Buscar

jueves, 12 de octubre de 2017

Los Tutores: Opresores o Guías




Los tutores: Opresores o Guías

Resultado de imagen para profesor png
Cuando tratamos de describir al ser humano, una de las principales cualidades que enlistamos, es que es un ser inteligente que tiene la capacidad de pensar y razonar. Pero, ¿realmente nos hemos detenido a analizar las implicaciones que esto tiene? Si somos seres que piensan, ¿cómo debemos de vivir la vida para actuar acorde a nuestra naturaleza de seres racionales?

Kant (1994, p. 25), afirma que el hombre es culpable de su propia incapacidad:
La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.

Una incapacidad es aquello de lo que puede sufrir una persona que lo limita a hacer algo, por ejemplo una ceguera. Lo característico de las incapacidades es que nadie las busca o las desea para sí mismo. Sin embargo, la incapacidad a la que se refiere Kant, es culpable ya que todos los hombres por naturaleza tenemos la capacidad de pensar. Somos culpables no porque no podamos servirnos de nuestra inteligencia, más bien no queremos por pereza y cobardía.

Nos da pereza porque es “tan cómodo no estar emancipado” (Kant, 1994, p.25). ¿Por qué esforzarnos?, si hay personas dispuestas a pensar por nosotros y decirnos qué hacer. Hay objetos de los que nos podemos valer para no tenernos que enfrentar a  la “tan fastidiosa tarea” (Kant, 1994, p.26) que es pensar.

Es así como surgen dos grupos de personas, los que si están dispuestos a servirse de su inteligencia, que Kant llama “tutores” y aquellos que no lo hacen, los “pupilos”. “Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres […] considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso” (Kant, 1994, p.26).

El problema reside en que los pupilos por pereza a pensar y por miedo a enfrentarse a los desafíos que este proceso pueda implicar, se convencen a sí mismos de que no pueden y se sienten realmente incapaces de hacerlo. Convirtiendo esa incapacidad casi en una segunda naturaleza (Kant, 1994).

Un ejemplo muy claro de esta situación la vemos reflejada en la película “Dios no está muerto” (2014). En la que el profesor Radisson, maestro titular de una clase de filosofía, está convencido de que Dios no existe. Por lo tanto, no pretende perder tiempo de su clase mostrándoles argumentos a sus alumnos de su tan arraigada creencia. Así que decide que el primer día de clases, todos sus alumnos deben firmar una hoja con la aseveración “Dios está muerto”. Así, la clase podría continuar enfocándose en lo que para él son asuntos más trascendentes e importantes.

Sus alumnos, sin cuestionarse siquiera acerca de la instrucción dada por el maestro, sacaron una hoja y firmaron. Todos excepto Josh Wheaton, un cristiano devoto que se rehúsa a aceptar una declaración que va en contra de lo que él cree y piensa. Josh decide contradecir a su profesor y defender sus creencias. Así, durante el resto de la historia vemos un debate entre el profesor y su alumno donde cada quien presenta una serie de argumentos para defender su postura.

Ahora bien, retomando los conceptos de Kant. El profesor Radisson es el ejemplo perfecto de los tutores que él describe. Una persona ensimismada en sus ideas que muestra a sus pupilos los peligros de emanciparse y pensar por sí mismos, en consecuencia reprobar la materia.

Por otro lado, vemos en los alumnos que firmaron como aquellos pupilos que por pereza y cobardía deciden aceptar, sin siquiera cuestionar aquello que el profesor dice. Mientras, Josh decide afrontar los peligros: la posibilidad de reprobar la materia e incluso poner en riesgo el resto de su carrera, así como la relación con su novia; y superar la pereza para aventurarse en el camino del aprendizaje, para encontrar los argumentos que le ayudarán a demostrar su postura.

Es obvio que esta es una historia ficticia, pero no está tan alejada de la realidad. Esta reflexión nos lleva a preguntarnos: ¿Realmente estamos educando para que la persona piense por sí misma? Los maestros actuales, ¿son como el profesor Radisson o invitan a sus alumnos a hacer uso de su inteligencia? Los alumnos actuales, ¿firmarían sin pensar o serían capaces de defender sus ideas como Josh?

Si bien es cierto, que por naturaleza tenemos que capacidad de pensar, también es cierto que al principio necesitamos ayuda para saber cómo hacer uso de nuestra inteligencia y hacernos conscientes de hasta dónde nos puede llevar esta capacidad. La encargada de hacer esto es la educación, por eso es importante reflexionar acerca de cómo llevamos ésta a cabo. Savater (1997, p.100), afirma que “la educación implica cierta tiranía, es una tiranía de la que sólo pasando por la educación podemos en alguna medida más tarde librarnos".

En un principio sí necesitamos un tutor, pero es obligación de los educadores (entiéndase por educador cualquiera que enseña sin que forzosamente se trate de un maestro de escuela) hacernos conscientes de que tenemos la capacidad de pensar y enseñarnos a hacerlo, para luego dejarnos libres y empezar a pensar por nosotros mismos. Para ello, los tutores tendrán que “haber arrojado de sí el yugo de la tutela” y difundir “[…] el espíritu de una estimación racional del propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo” (Kant, 1994, p. 27).

La realidad, es que todos tenemos la posibilidad de salir de esta incapacidad, los peligros son mucho menos graves de lo que imaginamos, basta como dice Kant (1994), con unas cuantas caídas para aprender a caminar solos. Esa es la labor del educador, ayudar a sus educandos a superar los obstáculos para que desarrollen la capacidad de pensar. Entender que el primer obstáculo puede ser él mismo, saber que no debe interferir en el proceso de pensamiento de sus alumnos, sino que debe ser un guía. Tener cuidado de no presentar los peligros más graves de lo que son. Crear un ambiente donde haya libertad para expresar lo que se piensa, donde se pueda experimentar, donde los errores son oportunidades para aprender y no motivo de críticas. Motivar para que la pereza no sea un obstáculo, mostrar los beneficios de hacer uso de la inteligencia y que aunque el camino pueda parecer largo, lleva a un mejor estado. Aquel que logre esto, no será uno de los tutores opresores, sino la persona que lleve a sus pupilos a la libertad de vivir acorde a su propia naturaleza.

Referencias:

Cronk, H. (Dirección). (2014). Dios no está muerto [Película]. Estados Unidos .
Kant, E. (1994). Filosofía de la Historia. México: Fondo de Cultura Económica.

Saveter, F. (1997). El valor de Educar. México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.

Escrito por:
Macarena de Mateo Gorráez
Fernando Durán de la Fuente (Consultor CLAVE)