Los
tutores: Opresores o Guías

Cuando tratamos de describir al ser humano,
una de las principales cualidades que enlistamos, es que es un ser inteligente
que tiene la capacidad de pensar y razonar. Pero, ¿realmente nos hemos detenido
a analizar las implicaciones que esto tiene? Si somos seres que piensan, ¿cómo
debemos de vivir la vida para actuar acorde a nuestra naturaleza de seres
racionales?
Kant (1994, p. 25), afirma que el hombre es
culpable de su propia incapacidad:
La incapacidad
significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro.
Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de
inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la
tutela de otro.
Una incapacidad es aquello de lo que puede
sufrir una persona que lo limita a hacer algo, por ejemplo una ceguera. Lo
característico de las incapacidades es que nadie las busca o las desea para sí
mismo. Sin embargo, la incapacidad a la que se refiere Kant, es culpable ya que
todos los hombres por naturaleza tenemos la capacidad de pensar. Somos
culpables no porque no podamos servirnos de nuestra inteligencia, más bien no
queremos por pereza y cobardía.
Nos da pereza porque es “tan cómodo no estar
emancipado” (Kant, 1994, p.25). ¿Por qué esforzarnos?, si hay personas
dispuestas a pensar por nosotros y decirnos qué hacer. Hay objetos de los que
nos podemos valer para no tenernos que enfrentar a la “tan fastidiosa tarea” (Kant, 1994, p.26)
que es pensar.
Es así como surgen dos grupos de personas,
los que si están dispuestos a servirse de su inteligencia, que Kant llama
“tutores” y aquellos que no lo hacen, los “pupilos”. “Los tutores, que tan
bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría
de los hombres […] considere el paso de la emancipación, además de muy difícil,
en extremo peligroso” (Kant, 1994, p.26).
El problema reside en que los pupilos por
pereza a pensar y por miedo a enfrentarse a los desafíos que este proceso pueda
implicar, se convencen a sí mismos de que no pueden y se sienten realmente
incapaces de hacerlo. Convirtiendo esa incapacidad casi en una segunda
naturaleza (Kant, 1994).
Un ejemplo muy claro de esta situación la
vemos reflejada en la película “Dios no está muerto” (2014). En la que el
profesor Radisson, maestro titular de una clase de filosofía, está convencido
de que Dios no existe. Por lo tanto, no pretende perder tiempo de su clase
mostrándoles argumentos a sus alumnos de su tan arraigada creencia. Así que
decide que el primer día de clases, todos sus alumnos deben firmar una hoja con
la aseveración “Dios está muerto”. Así, la clase podría continuar enfocándose
en lo que para él son asuntos más trascendentes e importantes.
Sus alumnos, sin cuestionarse siquiera acerca
de la instrucción dada por el maestro, sacaron una hoja y firmaron. Todos
excepto Josh Wheaton, un cristiano devoto que se rehúsa a aceptar una
declaración que va en contra de lo que él cree y piensa. Josh decide
contradecir a su profesor y defender sus creencias. Así, durante el resto de la
historia vemos un debate entre el profesor y su alumno donde cada quien
presenta una serie de argumentos para defender su postura.
Ahora bien, retomando los conceptos de Kant.
El profesor Radisson es el ejemplo perfecto de los tutores que él describe. Una
persona ensimismada en sus ideas que muestra a sus pupilos los peligros de
emanciparse y pensar por sí mismos, en consecuencia reprobar la materia.
Por otro lado, vemos en los alumnos que
firmaron como aquellos pupilos que por pereza y cobardía deciden aceptar, sin
siquiera cuestionar aquello que el profesor dice. Mientras, Josh decide
afrontar los peligros: la posibilidad de reprobar la materia e incluso poner en
riesgo el resto de su carrera, así como la relación con su novia; y superar la
pereza para aventurarse en el camino del aprendizaje, para encontrar los argumentos
que le ayudarán a demostrar su postura.
Es obvio que esta es una historia ficticia,
pero no está tan alejada de la realidad. Esta reflexión nos lleva a
preguntarnos: ¿Realmente estamos educando para que la persona piense por sí
misma? Los maestros actuales, ¿son como el profesor Radisson o invitan a sus
alumnos a hacer uso de su inteligencia? Los alumnos actuales, ¿firmarían sin
pensar o serían capaces de defender sus ideas como Josh?
Si bien es cierto, que por naturaleza tenemos
que capacidad de pensar, también es cierto que al principio necesitamos ayuda
para saber cómo hacer uso de nuestra inteligencia y hacernos conscientes de
hasta dónde nos puede llevar esta capacidad. La encargada de hacer esto es la
educación, por eso es importante reflexionar acerca de cómo llevamos ésta a
cabo. Savater (1997, p.100), afirma que “la educación implica cierta tiranía,
es una tiranía de la que sólo pasando por la educación podemos en alguna medida
más tarde librarnos".
En un principio sí necesitamos un tutor, pero
es obligación de los educadores (entiéndase por educador cualquiera que enseña
sin que forzosamente se trate de un maestro de escuela) hacernos conscientes de
que tenemos la capacidad de pensar y enseñarnos a hacerlo, para luego dejarnos
libres y empezar a pensar por nosotros mismos. Para ello, los tutores tendrán
que “haber arrojado de sí el yugo de la tutela” y difundir “[…] el espíritu de
una estimación racional del propio valer de cada hombre y de su vocación a
pensar por sí mismo” (Kant, 1994, p. 27).
La realidad, es que todos tenemos la
posibilidad de salir de esta incapacidad, los peligros son mucho menos graves
de lo que imaginamos, basta como dice Kant (1994), con unas cuantas caídas para
aprender a caminar solos. Esa es la labor del educador, ayudar a sus educandos
a superar los obstáculos para que desarrollen la capacidad de pensar. Entender
que el primer obstáculo puede ser él mismo, saber que no debe interferir en el
proceso de pensamiento de sus alumnos, sino que debe ser un guía. Tener cuidado
de no presentar los peligros más graves de lo que son. Crear un ambiente donde
haya libertad para expresar lo que se piensa, donde se pueda experimentar,
donde los errores son oportunidades para aprender y no motivo de críticas. Motivar
para que la pereza no sea un obstáculo, mostrar los beneficios de hacer uso de
la inteligencia y que aunque el camino pueda parecer largo, lleva a un mejor
estado. Aquel que logre esto, no será uno de los tutores opresores, sino la
persona que lleve a sus pupilos a la libertad de vivir acorde a su propia
naturaleza.
Referencias:
Cronk, H. (Dirección). (2014). Dios no está
muerto [Película]. Estados Unidos .
Kant, E.
(1994). Filosofía de la Historia. México: Fondo de Cultura Económica.
Saveter,
F. (1997). El valor de Educar. México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales
de América.
Escrito por:
Macarena de Mateo Gorráez
Fernando Durán de la Fuente (Consultor CLAVE)
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