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miércoles, 7 de noviembre de 2018

El Crisol de la Inversión

El Crisol de la Inversión

Las economías no se reinventan, las fórmulas de los siglos han sembrado pauta de reconocimiento, de descubrimiento rector en los cimientos del capitalismo como primera plataforma de expansión del comercio, primicia de sustento y de dominio por igual. La segunda guerra mundial aleccionó en un sentido: la integración. Las épocas actuales ante la presencia de la ultraderecha exaltan la identidad, la etnia, la pureza de raza y otras pertenencias, por llamarlas de alguna manera, para la segregación. El dilema de esta postura y la posible negación de alternativas de recursos derivados del bloque integral, pospone decisiones importantes de grupos de países inmersos en esta transformación de pensamiento y de guía política. Lo apreciamos en las dos Europas, este y oeste, confrontadas en una ideología de participación iniciada años atrás para reivindicar liderazgo conferido en los años ochenta a la Unión Europea y un mercado único. En el occidente de Europa, la ola conservadora mundial se somete a la retórica nacionalista y al uso demagógico del nuevo chivo expiatorio: el inmigrante. Ya no es el comunista la figura perversa que desafiaba al sistema del orden, es cualquier refugiado o asilado, principalmente el musulmán. En el este, las cosas son un tanto diferentes porque el enemigo tradicional, el ruso, ha sido suplantado por un enemigo invisible, que el nacionalismo desbordado hace notar de otras formas: el avasallamiento a los países de occidente, llamados simplemente opresores. Este término revive circunstancias distantes en la historia, que aun siendo moderna, lacera el espíritu libre que instiga el nacionalismo adoptado por la derecha extrema. Es fascismo sin cortapisas. En estos días, ya la ultra derecha gobierna o influye en forma decisiva en Polonia y Hungría. En Austria e Italia, políticas xenófobas dominan la escena. Desde luego, este neofascismo esconde su filiación desacreditada en la historia para invadir espacios ciudadanos en municipios, servicios sociales, y un sinnúmero de representaciones que trascienden al ámbito de verdadera representación una vez reunidas.
El escenario europeo no es fácil de interpretar: si lo vemos con la lógica de los recursos, se vuelve incompatible con la propuesta de legitimar la segregación y posiblemente se convierta en una doble acepción, y por tanto una contradicción. Anti europeo porque rechaza todo reparto de soberanía para alentar la integración intereuropea y dotar a las instituciones de potencial político, pero a la vez pro europeo porque promueve la construcción de una Europa en la que la etnia, la religión, fueran criterios de discriminación entre los ciudadanos y el resto del mundo.
En América, las cosas no distan de la tendencia a la derecha extrema. Las naciones que promueven esta ola de conservadurismo y arraigo de valores en rescate, hacen de la desigualdad una bandera que naturalmente disfraza las evasivas en materia de responsabilidad de política económica no probada. Francia es claro ejemplo de fracaso adelantado. Los Estados Unidos están inmersos en un torbellino de políticas públicas muy peligrosas y de daño irreversible a la economía. Los desafíos del presidente Trump son acompañados con notas discordantes y mensajes confusos que desvían la atención del horizonte inminente: el equilibrio entre los procesos del ahorro y la inversión. Brasil está al borde de un incendio geopolítico mundial. Las primeras manifestaciones del Mercosur están en tierra de indefinición. Se asume, Bolsonaro en el poder, como un aliado intelectual de Trump al desechar las conveniencias del Tratado de París y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Vamos a la economía, a los aspectos cruciales de supervivencia de una idea dotada de frases de pertenencia pero de poca sustancia. El afán de segregación, de centralismo, de autoritarismo y de control de la economía no cubre la expectativa más importante del orden económico mundial: la inversión. Este afán de aislamiento sin rumbo, de desafío de los requisitos derivados de un sistema de cooperación, arrojan al sectarismo irredento de otras épocas en la Europa del este y en los mares del Caribe que predominan como ejemplo de resistencia a un costo por encima del control del establishment, vocablo que denigra la identidad y los valores de una nación con supremacía y destino manifiesto en órdenes que superan lo terreno. Esa es la invocación del día en los líderes que afloran para desafiar la imposición supuesta de bloques y términos de intercambio, como si la producción propia fuera instrumento de superación del espíritu y creara formas de redención inmediata.
El mensaje que supera cualquier sistema presupuestal para alimentar “lo nuestro” mediante fórmulas de un pasado sepulto en los fracasos de las naciones, ahora revive con fervor nacionalista y sitúa a las fórmulas ganadas con denuedo en fórmulas de yugo explotador. La revancha de todo lo que nunca ha sido probado en política económica ahora expone conceptos anacrónicos con engaños desde un poder falsario que impulsa consultas que derrocan en el llamado a la ilegalidad, obras de infraestructura concebidas por las mentes más brillantes y conocedoras del planeta. Ese es nuestro ocaso del espectro de la inversión, ese el crisol que supera nuestra defensa y la arroja al juicio del exterior, demoledor como lo conciben los advenedizos a la nueva concepción de gobernar. Se aleja la confianza, se aleja el capital, se alejan las posibilidades para una nación que ha tomado un lugar preponderante en los principales rubros de la inversión del exterior. El riesgo soberano concebido en nuestra historia, tradición institucional del Estado Mexicano, se opaca con decisiones populares, con mecanismos populares y con visión popular.
Manuel Torres Rivera
CONSULTOR

lunes, 8 de octubre de 2018

LA CULTURA DE LOS NÚMEROS


LA CULTURA DE LOS NÚMEROS


En ocasiones es conveniente repasar conceptos que ayudan al análisis de cifras que reportan estados financieros y otras manifestaciones, todas encaminadas a la toma de decisiones. Subcultura tal vez sería el calificativo de la sociología al enunciado del texto. Aún así subsiste la necesidad de interpretar las cifras formales, por llamar de alguna manera a lo requerido por principios de contabilidad generalmente aceptados y las necesidades que nos imponen el reporte especial para la cobertura de obligaciones fiscales.
Los llamados estados financieros tradicionales cumplen funciones vitales de orden, de tiempo y de información oportuna. No obstante, en la toma de decisiones es preciso reinterpretarlos para desvelar el curso de la producción de efectivo. Es en el efectivo y en su creación en donde radican las decisiones de estrategia empresarial, decisiones de inversión y de permanencia y crecimiento. Las más de las veces las empresas descansan en su buen juicio, en su potencial considerado seguro y en mercados cautivos, sin reparar necesariamente en técnicas de análisis y optimización en el destino de los recursos. Las empresas grandes normalmente cuentan con departamentos de análisis con experiencia en valuación de inversiones e investigación de mercados. Estos caminan en paralelo para la evaluación de riesgos fundamentalmente.
Desde la concepción de mercados eficientes, desarrollada en la década de los setentas, y dado el modelo del Capital Asset Pricing Model de Boudreaux y Long, de la Universidad de Tulane, en seguimiento del planteamiento de James C. Van Horne, de la Universidad de Stanford, los precios de los activos que reúnen intercambio reflejan en su precio un descuento de actividad futura, esto es, rendimientos, de modo que para su época adelantaron para las empresas una especie de rito para expresar sus inversiones, sus planes de negocio y sobre todo los precios de sus acciones en valor actual o valor presente. Esto derivó en una técnica de valuación de inversiones que toma en cuenta el valor del dinero en el tiempo y permite en tiempo presente la toma de decisiones. La técnica en su acepción completa se denomina valor presente neto. Esta técnica desplazó otras que simplemente acoplan su interpretación a un derivado contable. Las llamadas corridas financieras tan comunes en el lenguaje de analistas, refleja esta interpretación de valor.
El concepto de valor ha superado al de precio, por ello, las empresas pueden ser valuadas en determinado momento, desafiando lo estático del llamado balance general y el supuesto dinamismo del estado que arroja utilidades o pérdidas. La transformación al juicio del efectivo generado no es simple y requiere de un entrenamiento o bien, de consultoría externa. La ventaja de esto último naturalmente redunda en entrenamiento de analistas en la empresa, de implantación de mecanismos de consulta y de procesos de revisión. El concepto de utilización de capital, conocido simplemente como el costo del capital requiere de un entrenamiento especializado y su trascendencia es de consideración en el futuro de las empresas. De este costo promedio derivan los beneficios de descuento de los flujos futuros de una inversión y las fuentes de financiamiento para sostener proyectos rentables. El concepto se conoce como estructura de capital y es la estimación más completa en materia de inversión.
Los cursos que imparten los especialistas en estas disciplinas no solamente incluyen las técnicas; existe un sinnúmero de considerandos alrededor de las decisiones de inversión. También, existen ejercicios prácticos con SIMULADORES DE NEGOCIOS para en forma práctica y frente a un tablero que denota a simple vista todo esquema representativo de la empresa, el participante juega un juego profesional y sofisticado para entender todas las fases operativas de la empresa y la meta final: la producción de efectivo, columna vertebral de toda actividad económica.
En el sector empresarial, se ha desarrollado un léxico de pertenencia para incluir una especie de fraternidad en la que expresarse en determinados términos distinga una comunicación propia de esta tendencia expuesta en párrafos anteriores. Son las empresas las que hacen las finanzas pero existe un sector de mediación financiera con las mismas prerrogativas de comportamiento y las mismas reglas de formación de análisis financiero. El sistema de medición de eficiencia ha penetrado en nuestras universidades y en nuestras empresas, adelantando un entendimiento pleno de la globalización y la ampliación de mercados no explorados.
El seguimiento de política económica, responsabilidad del sector público ha respondido con la misma celeridad en muchas áreas. El administrador público tal vez tenga metas un tanto diferentes en juicio de producción de satisfactores pero ha estimulado la participación del sector productivo con reglas claras y visión de futuro, hasta ahora. Estamos en un proceso de transición que cambiará las reglas y las actividades de un sector público coartado y con repercusiones en el posible tratamiento de mercados internos y potencial de exportación. Lo veremos en detalle en el siguiente espacio. El tema preocupa por la incompetencia de los nuevos agregados en el congreso y en la actividad sectorial que inicia con un castigo de remuneración forzada por decreto.

Manuel Torres Rivera
CONSULTOR

miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA RENTA PÚBLICA


LA RENTA PÚBLICA

Nos encontramos en una etapa en que tanto el ahorro como el gasto se vuelven dilema cuando no debería existir duda de la ruta de uno y otro, si consideramos variables que sustentan el potencial de ambos con una economía que crece en medio de factores positivos como el empleo, inflación bajo control y reservas internacionales para secundar emisión de moneda en un circulante que impulsa el consumo interno. La base crediticia está amparada en los plazos de demanda del mismo crédito y en la base salarial de los ingresos medios, los que alimentan el trabajo formal. Curiosamente cerramos el círculo de negociación de intercambio comercial con un socio que sustenta si no exactamente lo contrario, presenta al menos factores de riesgo que México no tiene: pleno empleo y un diferencial por debajo del nuestro como para entregarse a reducciones de impuestos, tratamiento infructuoso para salir de un déficit, prerrogativa de negociación de inicio como bandera de agravio, para ahora acelerar su propio mal, como lo ha denominado la administración Trump. Se menciona como mal, el déficit, porque ha sido tema referente y recurrente de esa administración fallida en su estrategia de mercados, la de Trump. Se piensa, en ese deambular sistemático que tiene el propio presidente norteamericano, que señala una y otra vez el tema del déficit como elemento de abuso de nuestra fase de exportación. Ignora por supuesto, que un déficit lo llena una oportunidad de mercado con estrategia de negociación y ventajas comparativas para que en los agregados de valor se diluyan las diferencias. Finalmente, existen un sinnúmero de bienes y servicios probados en los inicios de 1994 y hasta estos días.

México enfrenta un dilema que tal vez incida en materia de respaldo del consumo interno y en la función crediticia. El ahorro que plantea la administración entrante, que literalmente arrasa con beneficios múltiples, que no dispendio, tendrá desde luego un impacto en la esfera de contratación de servicios y otras funciones de proveeduría y abasto al sector público. Tal vez la dimensión de lo que se menciona no toque el corto plazo pero podemos imaginar un escenario de pérdida de empleo formal en numerosas entidades federales y estatales, por principio. La interrupción de la percepción del ingreso puede motivar traslado de actividades en los rangos de especialización: técnicos fundamentalmente. Las bondades del empleo creado en la administración saliente tuvieron estímulos en muchas áreas, sin olvidar la inversión extranjera directa, el saneamiento de instituciones ligadas al empleo formal y la certeza jurídica y equilibrios de sectores fundamentales como el comercio, la industria, la banca y el turismo. 
Todo esto se reúne en un solo vocablo: confianza.
Si tomamos el ahorro como factor de inicio de una política económica para un país inmerso en compromisos multilaterales en materia de inversión y comercio, significa que el resguardo de la función pública se encuentra en concordancia con la reciprocidad que  espera el  riesgo proveniente del exterior. Si se estimula la inversión extranjera directa, quiere decir que se está en posición de responder con la eficiencia debida en todos los órdenes, desde la tramitación de servicios gubernamentales hasta la creación de infraestructura y la certeza de actuación en el marco jurídico. Si nada impide una administración pública robusta y eficiente, las cortapisas del ingreso crean una expectativa incierta y trascendente. Por principio, merma capacidad de adquisición y sustento, desvía por tanto una función que podría crear vicios de búsqueda de compensaciones y otras prácticas que arroja un salario por debajo de la exigencia de las circunstancias actuales. La presencia de prácticas de corrupción puede estar a la vista. Por otro lado, debilitar poder de consumo significa debilitar fuerzas del mercado interno del país. Y ahí viene el ejercicio del gasto compensatorio y su incierto sustento, traducido en la renta pública, la que pretende dar equilibrio al ahorro, al gasto y a la inversión.
El ahorro por el ahorro mismo, lo reiteramos en otro espacio, no es fundamento de política económica. Los recortes presupuestales tendrán virtudes de una sola vez, que se dan sin absorber las consecuencias de ese recurrente de estímulo que es el gasto público. Los excesos nunca serán motivo sobrado de examen, de revisión tampoco; las prácticas desbocadas de las cámaras han creado un escenario de repudio, sin duda. Existen muchos renglones que ameritan restricción y vigilancia, nadie lo cuestionaría. Las desviaciones fuera de la ley no caben en este contexto por corresponder a las autoridades su denuncia y el reclamo de su reparación, un tema que duele sin mesura. Disciplinar el gasto es política acertada y el llamado al orden del ejercicio público siempre será plausible, pero lastimar el ingreso es una invasión del terreno compensatorio y de la exigencia de una actualidad que busca la especialización y la educación profesional de excelencia por la simple apuesta al futuro que engloba competencia y desafío sin precedentes. El tributo a la superación no debe interrumpirse por dictado ni por imposición. Coartar atributos del pensamiento y la transformación pierde escala y ritmo de crecimiento individual y colectivo. El ahorro puede convertirse en prerrogativa disciplinaria,  pero el ahorro por el ahorro mismo es política equivocada de prevención y puede desembocar en ineficiencia del Estado. El simple éxodo de mentes brillantes al servicio de la función pública puede ser una consecuencia no prevista en el capricho salarial de tabular una cifra que ya desequilibra sin cuestionar compromisos de orden familiar adquiridos a futuro.
México no debería enfrentar un dilema cuando todavía no se crea. La función del ahorro como toda variable económica tiene su medida en la contribución al producto de toda una nación. La renta pública es un conjunto de medidas, todas contribuyen y todas apoyan la meta del crecimiento y eventual desarrollo. Vigilar su desempeño es política económica, desviar sus virtudes es mera intención de aceptación popular y apuesta al vacío. En algún momento la renta pública sufre un desequilibrio. Vendrá el camino de la deuda, lo veremos con detenimiento más adelante.

Manuel Torres Rivera
CONSULTOR

jueves, 9 de agosto de 2018

EL COSTO DE LA MANUTENCIÓN


EL COSTO DE LA MANUTENCIÓN




Existe clara dicotomía entre asistir personas que ya trabajaron, al menos en su vida productiva, adultos mayores se llaman, y asistir a personas que no producen absolutamente nada, ni en el estudio y tampoco en el trabajo. Una clara disfunción social asoma una clase que acerca la mano a la extensión del poder que en ruta itinerante sembró promesa y que pretende hacer realidad en el voto otorgado. Es claro el arribo comprometido en una realidad que disocia la realidad del país para adoptar la de la conveniencia del cambio. Este fenómeno aísla un mundo minoritario y lo arropa con paternalismo que confunde épocas de nuestra historia moderna. Tal vez el resultado en su interpretación práctica sea el mismo, la captura de sectores de la sociedad pero los fines no lo son: el campo mexicano es el mejor ejemplo. Por décadas se sostuvo una línea que iniciaba con programas de cultivo aprobados por zona, y de la semilla, suministrada por fuente oficial, hasta el crédito de los bancos agrícolas y ejidales, y la comercialización, protegido el esquema en su totalidad por seguro agropecuario, fundaba sus atribuciones en el sostén alimentario del país y metas de autosuficiencia. El esquema descrito mostró imperfecciones y vicios, pero era un intento desde las prerrogativas del poder, de hacer partícipe al sector rural de una aportación al producto de la nación. Podrá surgir la cara del clientelismo y la adhesión como crítica, pero era un esfuerzo de trabajo conjunto. Se trabajaba la herencia del reparto de tierra y se abonaba la mejor opción para ese camino que conocíamos como independencia alimentaria.

De programas de asistencia podemos llenar capítulos enteros y costosos en nuestra historia, podemos suscribir sin temor, cada uno de los episodios en los que los gobiernos han empeñado palabra y denuedo, simulación y partidas etéreas, proyectos y trascendencia irreales, cadenas de dispendio todas y consecuencias repartidas en las sucesiones y las miras que utilizan la óptica del presupuesto renovador de ideas y conceptos que inundan los brios del esfuerzo esperanzador, ciclo que cumple su arraigo con dinero nuevo, para sepultar los propósitos de lo que ya no fue y de los que ya no fueron en su encargo fallido. Nueva cara con dinero nuevo. Así hemos transitado, renovando y haciendo callar voces de protesta con presupuesto de conquista, con presupuesto aplacador y dominante.

Al parecer seguiremos esa ruta, tal vez en paralelo con los programas de asistencia que ya cubren el espectro de la necesidad, espectro que no necesita justificación ante la patente muestra de la carencia y el desamparo. Esa fase la conocemos de tiempo atrás, conocemos la afrenta y conocemos el respeto por disminuirla en años de lucha. Existe la lucha frontal, existe ese denuedo por combatir nuestra pobreza que asoma por debajo de la riqueza en nuestra infraestructura en grandes urbes en la nación entera. Existe como recuerdo de la disparidad del ingreso, como disparidad entre el privilegio y la ausencia no de todo, pero de una parte importante que no permite la convivencia. Esa parte crea un vacío, que aspiramos a llenar día con día.

Tenemos una gran diferencia con esa lucha rutinaria, de plena identificación,  llamémosla exitosa, por sus logros de décadas, que ya premian los organismos internacionales, los que vigilan nuestro esfuerzo. Se acortan las zonas marginadas en la educación, la que atiende el Consejo Nacional de Fomento Educativo, en salud, con programas de cobertura extensa y oportuna, en vivienda, con gran esfuerzo del Infonavit y otras instituciones de impulso carretero y de infraestructura de energía y otras necesidades comunitarias. En una oposición clara, el esquema que ahora tenemos en el horizonte es de plena recompensa al esfuerzo nulo, a la inacción, el premio a la supresión de la voluntad. La suma de beneficiarios, de la que se ignora un cálculo adecuado, para un país que se precia de sus estadísticas, de sus números, sin importar el acierto en la medida de sus carencias, reúne como cifra conspiradora un total aproximado de cinco millones. Tal vez constituya un programa de inicio, porque no sorprendería acumulación inusitada ante la franca dádiva, una vez en marcha. El efecto multiplicador de una política de esta naturaleza no solamente puede ser devastador, puede convertirse en privilegio diferenciado ante la nutriente juvenil que demuestra empeño y esfuerzo meritorio y una expectativa menor en materia de ingreso, dada la consideración de preparación y estudio. El repudio inmediato a los tiempos entre la dádiva pronta y el fruto natural de formación, puede convertirse en un agravante y provocar el abandono del mérito escalonado.


En otro espacio hemos hecho alusión al ahorro por el ahorro mismo, concepto equívoco de política económica; los espacios de ahorro no se descargan de un concepto para acomodarse en otro, sin consecuencias. La gran economía reúne sus planes y sus equilibrios, las grandes partidas presupuestarias no obedecen a situaciones de intención, porque pueden confundirse con ánimos de una sola ocurrencia y descuidar el horizonte del gasto público como responsabilidad ineludible. La ilusión de disminuir salarios, prestaciones, y un sinnúmero de partidas de gasto pueden repercutir en ahorros en el corto plazo, pero pueden ir en demérito de la eficiencia del Estado. Lo que podemos adelantar con lo ya enunciado en la premiación a los que nada hacen, no puede conducir a una ruta de avance del país. La carga que puede convertirse en una carga sin mesura ni contienda, no fija límites en su expansión y en la posible demanda sin control. La lógica entre la pensión a adultos mayores y la manutención a jóvenes sin provecho, pero sin estímulo, haciendo a un lado la conciencia social o la preocupación de destinos que no debe adoptar una nación como propios, discrepan de la mira social de las oportunidades, obligación de todo gobierno. No es semántica, es vicio de origen concebir una política sin rumbo. No debe convertirse una premura de alivio sin sustancia en cadena de dispendio sin frontera.

Manuel Torres Rivera
CONSULTOR

miércoles, 25 de julio de 2018

BLOQUES COMERCIALES Y ECONOMIA




BLOQUES COMERCIALES Y ECONOMIA





El fin de la segunda guerra mundial anunciaba sin duda la etapa de reconstrucción y el liderazgo de la economía norteamericana. Bretton Woods enmarcaba los acuerdos y fundación de instituciones que subsisten como estandartes del avenimiento de los países que deseaban no solamente paz, establecían lazos inquebrantables de intercambio y cooperación. Las décadas del resurgimiento descansaban en acuerdos sólidos que reforzaban fronteras otrora controvertidas y disputadas. Comercio era el vocablo que relucía en las salas de Washington, para anunciar al mundo la disposición de fondos y voluntad de entendimiento. El comando de los grandes capitales ya tenía residencia. Se cuestionaba poco cuando el derrumbe de los centros europeos añoraba el resguardo de años de opulencia y en muchos casos, dominio.

Esa transferencia de riqueza no se dio con territorio y recursos naturales en abundancia. El inventario de esa naturaleza rica en todos los órdenes hizo su gran dote en un protectorado de gran cuidado, y con una filosofía de acumulación sin límite; la prerrogativa del terreno brindaba oportunidades abandonadas en el viejo mundo de un siglo previo. Los avatares de poblaciones indígenas estaban resueltos, con la premisa única que conoció la fundación de una nación que crecía al amparo del designio divino. Nunca habría conflicto de etnias en esa tierra iluminada por profética ruta. El principio de acumulación se convirtió en dogma, en sino de actuación dentro y fuera de territorio que nunca adquirió mayor denominación que la unión de estados, y en eso quedó la intención de nación, en estados unidos por la voluntad de un puñado que debía enarbolar una misión, la del dominio.

Los años dieron cuenta de intervenciones y juicios en pronunciamiento claro de arbitraje por el simple hecho de tener el control del orden monetario internacional, bandera izada en 1944 en New Jersey, Bretton Woods otra vez, para remarcar el acuerdo del concierto de naciones del llamado mundo libre de entonces. El afán conciliatorio se tradujo en afán intervencionista con las prerrogativas concedidas por la modernidad que detentaba una nación rica y próspera en una libertad que proscribía las formas imperiales y la aristocracia derrotada en el otro lado de la tierra. El estandarte era claro, los motivos no. México fue testigo impertérrito de estos afanes.

La misión continuaba su camino, bajo una doctrina, la del convencimiento por la vía mercantil o la bélica, la que significó el camino más duradero para perpetuar su papel designado en el arbitraje y en la sentencia para conformar un orden universal de acuerdo al pensamiento americano. El convencimiento fue desplazado por las armas y de la guerra se hizo una verdadera economía de sustento interno. En ocasiones fue estimada como necesaria, por analistas e historiadores. También, el estímulo recibido en la industria y en la manufactura se convirtió en materia de estudio. Las intervenciones se justificaban en aras de libertad. El expansionismo no era tema central. La doctrina Monroe cubría el rescate de principios inalterables de libertad, interpretada por la América para América.


Los últimos treinta años han dado cuenta de trece intervenciones armadas, guerras, para abandonar eufemismos, de los Estados Unidos. El costo es de una cifra inimaginable, más de catorce trillones de dólares. Si comparamos el dispendio mencionado con los tratados comerciales, que trataron de llevar en paralelo, como nación líder en materia comercial, no se llegaría a una cuarta parte de ese total. Si añadimos la actual insistencia del gobierno actual en cerrar su economía y tratar a sus socios comerciales de otra época con un desdén sin precedente, entonces podremos situar conceptos de liderazgo o diluido o compartido. No existe acecho como tal en materia de comercio, existe capacitación, pero sobre todo prudencia, la que enseña el tiempo, para anticipar situaciones futuras en las oportunidades creadas por otros. Oriente, China en particular, con esa parsimonia en la que ha adoptado toda situación posible de tiempo milenario, en la medicina, en la astronomía, en la paciencia de la observancia y en la mesura del consumo, define su tiempo comercial, define su terreno en el dominio de prácticas asimiladas en el tiempo de otras naciones que caminaron con premura.

China estuvo atenta a la formación de bloques que se diseñaron para competir, al esfuerzo compartido de fuerzas, al afán de predominio y ventaja, que nunca descansa, al estudio de satisfactores materiales, a la transferencia de tecnología, y finalmente al traspaso de elemental subsistencia, el alimentario, para no descuidar premisas básicas para poder competir. Los años de formación de un régimen igualitario con incorporación parcial a las necesidades de occidente, han redituado en liderazgo indiscutible en reglas comerciales. Los componentes del costo de producción, los agregados de valor, adquieren una dimensión diferente de la occidental. Sus juicios de inversión no demandan retornos contemplados con la mira de superar tasas de mercado existentes. Su disciplina en el enfoque del ahorro es colectiva y no individual. Por tanto, su actuación en mercados, es altamente competitiva.

En estos días vivimos todavía en esa conformación de bloques, de tratados bilaterales y multilaterales. Vivimos en competencia, en sana competencia, hasta la imposición de aranceles recientes, que empujan a medidas que recomponen el daño de nuestra exportación mermada. Los móviles ya no ocultan promesas de campaña de un gobierno populista instalado en la primera potencia mundial, en la recomposición de un partido en el poder a la caza de elecciones y más cotos de poder en noviembre próximo. Así es la reacción de un gobierno, el norteamericano, con miras de confrontación comercial, evocando principios de dominio y situaciones que los llevaron a trece conflictos armados en las últimas tres décadas, que el mundo no olvida, especialmente los que sufrieron invasión en su tierra. Se asoma un escenario de liderazgo compartido con naciones que piensan diferente, pero que no desean la guerra, de ningún orden. México defiende su compás de espera, pero eso es, espera. Las enseñanzas de oriente dictan prudencia.



Manuel Torres Rivera
CONSULTOR